Por: Sandra Crucianelli
Desde que comencé a viajar por América Latina, interesada en aprender
más sobre periodismo de investigación, vengo oyendo que las unidades de
periodismo investigativo son un fracaso.
Ya en Chile, en 1993, escuché a varios editores quejarse de lo que estas
unidades representan para la sala de redacción: dos o tres reporteros que
durante varias semanas se dedican solamente a redactar un reportaje, gastos
operativos y de movilidad, y, muchas veces, jornadas intensas de búsqueda de
información que a veces resultan inútiles porque a mitad de camino el equipo
se da cuenta de que es imposible probar lo que se está investigando.
Para colmo, en el seno de las redacciones, los reporteros de la unidad muchas
veces son vistos con recelo por el resto del grupo porque no están obligados a
entregar material en forma diaria.
A esto se suman otros problemas: el difícil acceso a documentos oficiales
en América Latina, la falta de estadísticas confiables, la inseguridad
reinante en algunos países, las amenazas que sufren a diario los reporteros
investigadores... En síntesis, un coctel fatal que ha significado el fin de las
unidades investigativas en varios medios latinoamericanos.
Salvando barreras
Es poco lo que los periodistas podemos hacer para salvar los escollos
relacionados con la problemática de cada país, y en especial los que tienen
que ver con el acceso a la información. No queda otra opción más que insistir y
mantenernos firmes en nuestra voluntad de continuar metiendo las narices en
irregularidades y delitos.
Sin embargo, es mucho lo que podemos hacer a la hora de minimizar los
problemas inherentes al funcionamiento de las unidades investigativas en el
seno de la sala de redacción.
En cuanto a costos, no es necesario invertir grandes sumas para que las
unidades funcionen. Si se define un campo de acción, por ejemplo el campo
local, no hay necesidad de viajes ni gastos adicionales. Además, el teléfono, el
fax, Internet y el correo electrónico ayudan a salvar las distancias.
Tampoco es indispensable asignar a un grupo de personas para llevar a cabo
la investigación. Basta con un reportero investigador o un editor responsable,
capaz de llevar a cabo la tarea. Obviamente, una sola persona es insuficiente
para realizar el trabajo, que muchas veces es tedioso y toma tiempo (hay que
revisar archivos, buscar e interpretar documentos, etc.). Por eso, siempre es
bueno conseguir la ayuda de colaboradores gratuitos.
Cuando esbocé mi primer proyecto de unidad investigativa pensé mucho en
cómo se debía integrar. En especial, me preocupaba lo que había oído acerca
de los celos que las unidades generan en el resto de los integrantes de la sala
de redacción. Ahora estoy convencida de que este tipo de problemas surgen
como consecuencia de falta de liderazgo de muchos jefes de redacción.
En los últimos ocho años, gracias a la SIP y a CELAP, he asistido a muchos
seminarios y no ha habido país en el que sus reporteros no hayan puesto el
grito en el cielo por la falta de comprensión de sus jefes hacia la naturaleza
del periodismo de investigación. Un buen jefe debe tener las condiciones
necesarias para conseguir que cada reportero se sienta importante en lo suyo.
Si ese jefe tiene don de mando y goza del respeto de sus colaboradores, el
problema de los celos no debe existir. Pero lamentablemente existe, y eso nos
da la pauta de que así como hay seminarios de entrenamiento para reporteros,
también deberían dictarse seminarios similares dirigidos a los jefes de los
reporteros.
La experiencia de Canal 7
Cuando ingresé al servicio informativo de Canal 7, como conductora, supe que
no sería difícil manejar a un grupo de colaboradores para ejercer el periodismo
investigativo. La receta era sencilla: tenía que hacerlo de la misma manera en
que me hubiera gustado que me dirigieran a mí.
Mi propósito era formar una unidad investigativa , con miras a presentar su
producto en un programa semanal, pero no tenía gente disponible para ello ni
el dinero para contratar a nuevas personas.
La idea: Con el visto bueno de las autoridades del canal, conversé con las
autoridades del Departamento de Ciencias de la Comunicación del Instituto
Juan XXIIII, de donde todos los años se gradúan jóvenes profesionales
ansiosos de ingresar a los medios de prensa. Básicamente apuntaba a unir
a un grupo de jóvenes recién egresados o cursantes del último año de la
carrera, dispuestos a formar una unidad investigativa. Los directores del
departamento difundieron la intención entre alumnos y egresados. La idea
corrió como pólvora. Se pensó en un sistema de pasantías, de un año de
duración. Buscábamos un perfil definido de comunicadores: jóvenes decididos,
con ansias de investigar, sin ataduras políticas ni económicas.
El grupo: Tomando en consideración los antecedentes de rendimiento
académico, predisposición al trabajo y contracción al estudio, el departamento
seleccionó a 11 jóvenes, la mayoría, cursantes del último año de la carrera.
Después de entrevistarnos con cada uno de ellos, el grupo se redujo a diez
estudiantes, pues uno de los jóvenes reconoció que no disponía del tiempo
necesario para trabajar en la unidad.
La instrucción: A los integrantes de la incipiente unidad se les impartió un curso
de instrucción básico sobre periodismo e investigación: definición, diferencias
entre periodismo de investigación y periodismo en profundidad, metodología de
la investigación, técnicas de la investigación social aplicadas a la investigación
periodística y ética aplicada. El curso duró un mes.
La integración: Los diez jóvenes formaron cuatro equipos de trabajo. Dos
integrados por tres personas cada uno, y los otros dos por dos personas cada
uno.
Reporte: Como coordinadora del grupo, una vez al mes tenemos una reunión
donde se asignan los temas. Algunos son de periodismo investigativo puro,
otros son de periodismo en profundidad. Cada grupo tiene un mes de plazo
para entregar su trabajo. Semanalmente, se reportan al canal para coordinar
entrevistas, hacer llamadas telefónicas, pedir cámaras o para investigar en
Internet.
Material: Los grupos entregan sus trabajos en carpetas: entrevistas
periodísticas, materiales de archivos, documentos, etc. Utilizando esas
carpetas se arman los guiones televisivos, que se utilizan en la posterior
edición de "informes especiales".
Pasantía: La pasantía los habilita a participar de la unidad, durante un año. Al
año siguiente sus miembros se renuevan y la historia vuelve a comenzar. Para
facilitarles su trabajo periodístico, a los integrantes se les entrega un carné de
identificación con el logotipo del canal. Se les provee de transporte y cámaras,
y se les reembolsa cualquier gasto relacionado con esta actividad. Sin
embargo, no reciben remuneración por su colaboración, que es considerada
como un entrenamiento intensivo antes de su salida al mercado laboral. Al
finalizar el año, el canal les extiende un certificado.
El resultado: La unidad comenzó a funcionar en marzo pasado. En estos
seis meses, ha producido 25 informes especiales, con temas variados:
funcionamiento irregular de agencias de seguridad, juego clandestino,
condiciones de vida dentro de la cárcel local, evasión fiscal, aborto, denuncias
de escuelas en riesgo edilicio, malversación de fondos públicos, etc. El
grupo manifiesta estar adquiriendo experiencia valiosísima en el manejo de
instituciones, acceso a fuentes y otros aspectos esenciales para el desarrollo
no sólo del periodismo investigativo, sino del buen periodismo.
Para nosotros, por lo tanto, las unidades investigativas no son un fracaso.
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